Fracasa el asedio al Congreso, que acabó con pequeñas escaramuzas

(ABC) La Plataforma 25A «Asedia el Congreso» ha fracasado estrepitosamente en su convocatoria. Nunca antes una cita similar había reunido a tan poca gente, un millar de personas, según fuentes policiales, que no obstante provocaron un despliegue policial sin precedentes. Más de 1.400 agentes de las Unidades de Intervención Policial (UIP) -en algún momento habrá que evaluar el altísimo coste de estos servicios- se desplegaron en torno al Congreso, a la plaza de Neptuno, en Sol, Atocha y otros puntos calientes.

A las 20.30 en punto, tras una tarde tediosa, casi festiva, si no hubiera sido por las estrafalarias proclamas y las ganas de algarada que se olían en el ambiente, un grupo de radicales ha comenzado a zarandear las vallas centrales y arrojar latas de cerveza, bolas y piedras a los policías que estaban al otro lado y a los que se habían dedicado a insultar y provocar en las horas anteriores.
Un petardo, la señal

El lanzamiento de un gran petardo ha sido la señal de salida para que empezara la jarana incívica que hasta entonces se asemejaba a un botellón al aire libre, grabado, eso sí, por decenas de periodistas y seguido por otros tantos curiosos. A continuación se sucedieron las respuestas de los agentes y los asediadores optaron por disgregarse en numerosos grupos reducidos hacia Atocha, hacia la Bolsa y hacia la plaza de Cibeles. En el paseo del Prado, frente a la cafetería que se hizo famosa en una protesta anterior y que también ha sido apedreada , algunos embozados han comenzado a arrancar adoquines y arrojarlos contra los policías y contra cualquiera que se cruzaba en su camino.

Menos de tres cuartos de hora ha durado la escaramuza en Cibeles, que se ha ido moviendo por distintos puntos de esta zona de la ciudad en una especie de insidioso y repetitivo juego del ratón y el gato. A las diez de la noche habían sido detenidos ya quince individuos, que se sumaban a los quince arrestados en las horas previas a la protesta. Uno de los primeros de la tarde fue un menor ecuatoriano, interceptado en la estación de metro de Sol, con numerosos petardos en una mochila. Otro llevaba rodamientos, e incluso hubo un capturado cuando al pedirle la identificación en las inmediaciones de Neptuno se averiguó que tenía una orden de búsqueda pendiente por violencia de género. Pese al control policial que se ha ejercido en los últimos meses, otro de los alborotadores detenido es un miembro del grupo ultra «Bukaneros» que portaba un cuchillo en una mochila.

En los primeros enfrentamientos de la noche entre agentes y manifestantes han resultado heridos catorce policías. «No sabemos hasta qué hora están mareándonos. No hay orden de finalización de servicio. Cuando se cansen», explicaba un agente de la UIP de Madrid entre la resignación y el hartazgo. Incluso ellos estaban sorprendidos de la reducísima protesta, que no ha sido comunicada en ningún momento y que nació y engordó con el exclusivo apoyo de internet y las redes sociales.

La convocatoria, la más radical de cuantas se han celebrado, ha evidenciado la importancia que para estos grupos tiene el apoyo de colectivos más organizados como el 15-M o la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), cuyo corte contestatario no tiene nada que ver con el radicalismo de quienes han querido tomar el Congreso. Ambos movimientos se desligaron del asedio y eso se notó en los enormes huecos de la plaza.
Okupas y anarquistas

«Detrás de la convocatoria hay medio millar de ultras de izquierda, pero no han acudido muchos de ellos porque los tenemos identificados. Esperaban a ver la cantidad de gente que secundaba la concentración para enmascararse en esa pantalla humana», ha asegurado el inspector jefe de UIP, Javier Nogueroles. La estética clásica anarquista y okupa ha sido la predominante, la que capitaneaba las proclamas «antifascistas» y «libertarias», aderezada con las litronas y los porros de marihuana. Llamativo el número de menores que, casi a modo de pasatiempo, pero con ferocidad, se han dado cita en las primeras horas de la manifestación.

El efecto disuasorio del dispositivo policial -avisos de guerrilla urbana, detenciones casi preventivas y control de colectivos radicales como Corriente Roja y Libertarios de Vallekas (hubo otros quince detenciones en las horas previas)- ha sido una de las claves del fracaso. Costoso, pero eficaz a la postre. Cientos de personas que en otras ocasiones se han sumado a las protestas en Neptuno han optado por quedarse en su casa y no apoyar la algarada más extrema de las diseñadas en los últimos años.

Entre los curiosos que se han acercado a los radicales de izquierda estaba el semiokupa Jorge Verstrynge -muy popular últimamente por su participación en el acoso a la vivienda de la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría-, que comentó que había acudido «solo a ver, aunque hay motivos suficientes para protestar». Cierto que uno de los colectivos adheridos al manifiesto del 25A era la Salamanquesa, la casa okupa de Moratalaz en la que él ha pasado algunas noches junto a su novia.

En el Congreso, ajeno al exterior, inactividad. El diputado del PP, Vicente Martínez Pujalte, tomaba tranquilamente un refrigerio a las espaldas de la Cámara, en la Taberna de José, mientras las sirenas de los furgones de la UIP aullaban alrededor y algunos agentes se apostaban a unos pocos metros. A las diez y media, calma casi total. Las vallas del fortín empezaron a ser retiradas y los policías respiraban aliviados porque dentro de lo que cabe, y sobre todo tras las expectativas creadas, la jornada había sido bastante tranquila.

Unas horas antes, el presidente del Congreso, Jesús Posada, justificaba el enorme dispositivo policial y respaldaba al Ministerio del Interior. «Las Fuerzas de Seguridad tenían que actuar así para mostrar fuerza suficiente. Es necesario prevenir antes que actuar», comentó.

«La noche es larga y estos mañana no tienen que ir a trabajar», comentaban dos agentes minutos antes de desplazarse a otro punto caliente. Saben que mañana, actúen como actúen, serán pasto de las redes sociales.